jueves, enero 17, 2008

La pureza de la izquierda y el camaleón

En España hay tres partidos de ámbito nacional con representación parlamentaria. Uno de ellos, reclama el espacio político que va desde el centro-derecha hasta la derecha conservadora. Otro de ellos, de similar tamaño (los dos superaron los 9 millones de votos en las pasadas elecciones), reclama el centro-izquierda y lo que se ha dado en llamar socialdemocracia. El tercero, con menor representación (alrededor del millón y medio de votantes), reclama lo que se ha dado en llamar eurocomunismo y se presenta a las elecciones en coalición con un partido ecologista.

Curiosamente, y aunque su oferta está segmentada, los partidos de izquierdas tienen un menor nivel de fidelidad de sus votantes que el partido de derechas que, debido al mayor espacio que intenta abarcar en solitario, tendría en teoría más probabilidades de decepcionar a su electorado.

Pongamos por ejemplo las demandas de los grupos ultracatólicos. Se quejan del elevado número de abortos (en realidad está muy por debajo del de los países de nuestro entorno), del elevado número de divorcios, de los matrimonios entre personas del mismo sexo, de que la religión no sea una asignatura evaluable… y claro, la pregunta es evidente: ¿incorpora el PP en su programa la penalización del aborto o la derogación de la ley del divorcio o la de los matrimonios gays? Si no lo hace, en principio eso debería suponer un motivo de decepción para una parte de la derecha conservadora, y si lo hace, en principio debería suponer una decepción para una parte de los votantes de centro.

Y el caso es que no, haga lo que haga el PP, digan lo que digan sus dirigentes, muy pocos votantes habituales del partido se sienten lo suficientemente decepcionados como para darle la espalda y no ir a votar, especialmente en unas elecciones generales. Muy pocos votantes habituales del PP le critican con fuerza, y casi nunca en público. Muy pocos votantes habituales del PP muestran reticencias a la hora de encontrar razones para "perdonar" dilemas comprometidos como el del párrafo anterior.

¿Y cómo suele comportarse la izquierda ante situaciones similares? Recordemos que hay dos partidos para elegir, uno más de izquierdas que el otro, por lo que se supone que debería ser más fácil para los votantes de esta ideología encontrar su sitio en alguno de los dos partidos. Pero no. Muchos votantes habituales del PSOE e IU se sienten a menudo decepcionados y dan la espalda a ambos partidos, quedándose en casa sin votar. Muchos votantes habituales del PSOE e IU les critican con fuerza, tanto en público como en privado. Muchos votantes habituales del PSOE e IU se muestran reticentes a “perdonar” cuando se enfrentan a dilemas comprometidos como el anteriormente mencionado.

Una muy buena explicación de este fenómeno la encontré hace unas semanas en este post de La moqueta verde, en que se explica que “El PP satisface las demandas ideológicas de gran parte de la derecha en España con su curiosa capacidad de cambiar su imagen en función de la ideología del votante”. Se ve muy bien en este gráfico elaborado por el autor del post con datos del CIS, que representa la ideología en que el encuestado ubica al PSOE y al PP (de 1 a 10, siendo 1 la extrema izquierda y 10 la extrema derecha), comparada con la ideología en que se autoubica el propio encuestado.



Como se puede apreciar, todo el espectro de votantes, desde los que se autoubican en la extrema izquierda (1) a los que se autoubican en la extrema derecha (10), identifica al PSOE como un partido de centro izquierda, entre 4 y 4,5. De esta forma, hay un gran número de votantes potenciales del PSOE para los que éste no es lo suficientemente de izquierdas, al igual que hay otra parte de votantes para los que puede resultar demasiado de izquierdas. Sin embargo, la visión que la gente tiene del PP depende fuertemente de su propia ideología, de forma que los votantes que se autoubican en el centro-derecha (6-7) opinan que el PP es de centro-derecha, y los que se autoubican en la derecha (8-9) opinan que el PP es de derechas, con una extraordinaria precisión en la identificación entre la ideología propia y la del partido. Y claro, si cada uno opina que el PP es como él mismo, es normal que le voten todos.

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