Verdes, rojas y amarillas
Desde que empezaron a conocerse datos sobre la relación de Francisco Camps con los imputados en la trama Gürtel, los ciudadanos de fuera de la Comunidad Valenciana venimos contemplando con estupor las peculiares dotes comunicativas de su presidente -entiendo que los valencianos ya estaban al tanto y no se sorprenderán, aparte de que a tenor de las encuestas no parece que eso les suponga el menor problema.
En cualquier caso, yo al principio empecé a sospechar que tanto "te quiero un huevo", "estoy muy contento" y "todo es muy bonito", unido a ese no poder estarse quieto, ni fijar la vista, ni controlar la risa tonta, no se debían solo a un problema de comunicación, sino que se trataba de algo más. No sé vosotros, pero yo estas cosas las he visto por la noche cientos de veces. Claro que luego reflexionas y te imaginas que a todo un presidente autonómico no se le iba a ocurrir presentarse así ante los medios.
En esas estaba cuando ayer escuché lo que le soltó al portavoz socialista desde la tribuna del parlamento valenciano: "A usted le gustaría montarse en una camioneta de madrugada, venirse a mi casa y que yo apareciese boca abajo en una cuneta". Una vez me contaron de uno al que le dio por ir con la cabeza pegada a la pared porque si no se le iba a soltar del tronco. Yo ya me espero cualquier cosa.
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