Tópico II - La prensa vela por nosotros
Se trata de una idea muy generalizada que se sustenta en una serie de casos en los que la Prensa, efectivamente, ha funcionado como garante de la verdad y la justicia, pero que pasa por alto los casos en los que la prensa ni dice la verdad ni es justa.
El Watergate en Estados Unidos, la transición española, o más recientemente los casos Filesa y GAL, son quizás los principales eventos que la memoria colectiva asigna a la idea de que la Prensa, y en algún caso más concretamente el llamado periodismo de investigación, es una pieza fundamental del sistema de garantías de los estados democráticos modernos. Por supuesto que lo ha sido. Por supuesto que lo debería ser. La mera existencia de una Prensa libre ya es, en sí, una garantía para la democracia.
Pero olvidamos quizás que la prensa puede hacer (y hace) otras cosas que no tienen nada que ver con esa idea tan idílica que se tiene de ella. ¿Qué pasa cuando un determinado periódico se dedica a intoxicar contínuamente con informaciones que sabe que son falsas sobre un caso tan importante como es el atentado del 11 de Marzo de 2004 en Madrid? ¿Qué pasa cuando desde ese periódico se confunde sistemáticamente la opinión con la información? ¿Qué pasa cuando desde una cadena de radio se emiten insultos y descalificaciones continuadas contra personas e instituciones? ¿Qué pasa cuando, en nombre del periodismo de investigación, se difunden informaciones sin contrastar a sabiendas de que no son ciertas y sin la mínima intención de rectificarlas si luego se prueba su falsedad? ¿Qué pasó en este país a principio de la década de los noventa, cuando alguna prensa participó en determinadas maniobras para acabar políticamente con el presidente del Gobierno?
La Prensa, con mayusculas, vela por la libertad y la democracia. Pero alguna prensa, con minúsculas, se aprovecha de su status para hacer todo lo contrario.
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