miércoles, enero 25, 2006

Don Antonio

Artículo publicado por Ángel Montiel en La Opinión de Murcia el 18 de Enero de 2006.

Después de lo que han dicho y escrito sus amigos, compañeros y hasta sus adversarios políticos, parecería reiterativo dedicar unas palabras a Antonio León. No soy amigo de las notas necrológicas, y las evito siempre que puedo, pero en este caso entiendo que una sección destinada al seguimiento de la actividad política de la Región tiene la obligación moral de dejar testimonio, por muy torpe que resulte, de una de las personalidades más importantes de la vida pública murciana desde la transición hasta nuestros días.

Cuando alguien se marcha para siempre hay una tendencia a reparar sólo en su perfil más positivo, y esto es lo que falsifica muchas de las elegías. Pero en este caso, por muchas vueltas que le doy para buscar elementos que maticen el torrente de sentimientos relacionados con el respeto y la gratitud a la persona que acaba de morir, no los encuentro. Supongo que Antonio León no era perfecto, como nadie lo es, por fortuna, pero en la proyección pública es difícil encontrar modelos que puedan superar el tono general de su comportamiento en toda su trayectoria. Hay que empezar por señalar que era un político documentado, lo que ya es mucho. Nunca hablaba al azar, siempre se respaldaba en un trabajo previo que se adivinaba muy minucioso. Esa actitud es bien indicativa de que no partía de actitudes preconcebidas y que sólo estaba dispuesto a defender aquello en lo que creía.

Prueba de que su coherencia personal estuvo siempre por encima de avatares coyunturales es que atravesó la historia del PSOE en la Región sin entrar en las guerras de guerrillas, aunque sin esquivar jamás el riesgo de establecer una posición definida. Así, pasó de la etapa de Collado a la de Maria Antonia Martínez casi como único sobreviviente de un proceso terriblemente convulso, y en ambos Gobiernos ejeció de consejero de Agricultura con la misma solvencia; no abdicó de nada, sino que se reveló como un valor por encima de banderías. Después, en un relevo aparentemente menos confuso, el de Ramón Ortiz en sustitución de Maria Antonia, León seguía siendo imprescindible, necesario, y ocupó plaza como diputado regional. Vino después Pedro Saura, y León se convirtió en asesor permanente del nuevo secretario general, quien lo consultaba a cada instante. Es difícil encontrar en la nomenclatura del PSOE a alguien que sin disponer de poderes y apoyos en las agrupaciones, tan sólo por sus meritos profesionales y políticos, por su talante personal ajeno a las intrigas y a involucrarse en luchas internas destructoras, haya sido capaz de imponerse sucesivamente en todas las etapas de cambio y renovación de los socialistas sin resultar tocado en las distintas balseras. Tanto es así que ha fallecido siendo presidente del partido, un cargo que como ya reseñamos en este periódico, aunque carente de poder ejecutivo suelen ocupar aquellas personas cuya trayectoria política tiene el valor de la ejemplaridad para el conjunto de la militancia, por encima de adscripciones familiares y tendencias.

León no era de los que decían una palabra más alta que la otra, pero siempre se expresaba con contundencia y convicción, y era respetado por todos como experto en cuestiones hídricas con independencia de su adscripción política.

El pasado año, allá por mayo, lo invité a un programa de entrevistas que hago en televisión. Estaba recién recuperado de la primera crisis de su enfermedad, y nos trasladamos a Lorca, donde se realiza el programa, en su propio coche, conducido por él. No me siento autorizado a transcribir las conversaciones de la ida y vuelta, pero bastará una síntesis: me trasladó su alegría de vivir tras haberse topado con la muerte, su deseo de apurar cada minuto de su existencia, su renovada alegría como testigo de la vitalidad de sus hijos, y también un cierto escepticismo ante el agotamiento de expectativas. Se me mostró como un hombre transparente, casi torrencialmente comunicativo, sin trabas para la expresión de sentimientos íntimos incluso ante alguien como yo con quien nunca compartió una relación de confianza más allá del intercambio profesional.

Fue un político ejemplar, alguien de cuyo legado debiéramos aprender. Discreto, sensato, equilibrado y riguroso. Un abrazo, don Antonio.

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