La mayoría
El post de ayer tocaba una falacia que suele utilizarse de forma demagógica en múltiples debates y que merece una reflexión más detallada: el argumento ad populum. Una primera variante de esta falacia, muy común entre taxistas y parroquianos de bar a la hora del almuerzo, consiste en apelar sin base alguna a una mayoría de personas que supuestamente comparten nuestra opinión. Evidentemente, si no conocemos lo que opina la mayoría, hablar en su nombre para fortalecer un argumento es doblemente falaz. Esto es obvio, y no requiere más explicaciones. Sí las requiere sin embargo, en mi opinión, la otra variante de la falacia, a la que recurren a menudo medios de comunicación y políticos, y que consiste en utilizar las encuestas como si fueran máquinas de la verdad. Me explico:
La mitad más joven de este país hemos sido educados desde pequeños en un sistema democrático con el que la otra mitad llevaba años soñando. Así que cuando hay algún tipo de controversia es casi automático que alguien proponga resolverla con el infalible método de "lo que diga la mayoría". Y sí, se trata efectivamente de la mejor forma de resolver controversias políticas, especialmente cuando estas se refieren a preferencias de los ciudadanos por una solución u otra ante un problema. Pero como método para averiguar la verdad sobre hechos objetivos es tremendamente ineficaz.
Por supuesto que se pueden realizar encuestas o consultas democráticas sobre cualquier tema. Por supuesto que el resultado establecerá lo que opina la mayoría sobre el tema en cuestión. Y sí, cuando se trata de una pregunta sobre preferencias ("¿Quién quiere usted que gobierne el país?", "¿Quiere usted que la enseñanza en Cataluña sea en catalán?", "¿Quiere usted que se legalicen las drogas blandas?"), como digo es el mejor método, siempre que la pregunta esté formulada de forma inequívoca y a las personas a quienes corresponde. Pero si se trata de una pregunta acerca de la opinión de los ciudadanos sobre la verdad de un hecho ("¿Cree usted que el hombre comparte un 99% de ADN con el chimpancé?", "¿Cree usted que la Tierra existe desde hace varios miles de millones de años?"), las respuestas de la mayoría no nos sirven para establecer la verdad. Si acaso nos servirán como baremo de la calidad de la educación en el país, pero que la mayoría responda "No" a las dos preguntas anteriores no quiere decir que tengan razón. Así, cuando se publica una encuesta con una pregunta del tipo "¿Cree usted que los suicidas de Leganés fueron los que cometieron el atentado del 11M?", a mí sinceramente me importa un pimiento lo que crea la mayoría. Como en el ejemplo anterior, si acaso nos servirá como baremo de la calidad de los medios de comunicación en el país.
Actualizado un rato más tarde. Caigo ahora en la cuenta de otra modalidad alternativa de esta falacia que también se utiliza a menudo en las tertulias políticas, y que consiste precisamente en caer en el error contrario al que he explicado: negar la voluntad de la mayoría con el argumento de que "la mayoría no tiene por qué tener razón". Hay que tener mucho cuidado con todo esto, porque si no acabamos recurriendo a un razonamiento circular bastante absurdo. Si la mayoría no quiere guerra en Irak, o legalización de la eutanasia, o que gobierne el PP en Cataluña, la mayoría claro que tiene razón. Se trata de las preferencias de la gente ante debates políticos en que no hay una verdad incontestable, y por lo tanto lo único que podemos hacer es preguntar a los ciudadanos y que "decida la mayoría". De lo que se trata es de diferenciar los debates sobre formas alternativas de resolver problemas políticos, en los que se hace necesario consultar a la población para escoger la solución que prefiere la mayoría, de las controversias sobre la verdad de hechos concretos, en las que lo que se hace necesario es conocer esa verdad, y no lo que opina la gente sobre ella después de haber leído la portada de El Mundo.
3 comentarios
Encuentro un problema adicional al uso de las encuestas para reflejar la opinión pública.
Una encuesta, para que sea mínimamente fiable, debe ser realizada sobre una muestra aleatoria de individuos, grupo heterogéneo y en número suficiente como para ser representativo. El citado problema es el término heterogéneo ya muchos sectores poblacionales opinarán lo que resulte políticamente correcto contar a ese señor desconocido que nos interpela tan amablemente, pero después, en el bar, opinarán distinto. Otros sectores no serán consultados, ya que gran parte de la población no tiempo para pararse a opinar o no está interesada en proporcionar su punto de vista al entrevistador.
Las encuestas, por su carácter popular, son forzosamente sesgadas. Y luego queda interpretarlas. Por algo se dice que en esta vida hay verdades, mentiras y estadísticas.
Mmm.. esto que cuentas tiene mucha miga. Primero porque una cosa que achaca la gente cuando, en algún momento, rechazas el argumento de la mayoria, es que eres antidemócrata o similar.
En cuanto a que lo que limita es la "verdad" o los "hechos", bueno, eso no existe. Ni en Ciencia existe. Siempre hay una duda, una controversia, una forma de interpretar los datos. Luego, se acepta la más adecuada o la que mejor explica las cosas o la más sencilla.
Si eso ocurre aplicando el método científico, peor va a ser para los temas políticos o sociológicos. Entonces, ¿hasta dónde los "expertos" son los que deben decidir algo? Si un ayuntamiento quiere cambiar el alumbrado de una calle porque, dice, lo va a hacer más efectivo ¿los ciudadanos pueden decidir si esto esa bien o no si NO ENTIENDEN lo que es una bombilla de bajo consumo?
Más aún, ¿los ciudadanos tienen derecho a elegir a un Gobierno cuando no saben NADA de la historia de su país, o incluso de los candidatos que se presentan a las elecciones? (Pienso en las monjas de clausura que votan en masa al PP porque lo dice la superiora)
Hemos admitido todo esto como válido porque conseguir nuestro sistema democrático "estándar" ha supuesto mucho esfuerzo, guerras y sangre. Pero desde luego, es contradictorio.
Muchas dudas, muchas...
La cuestión de qué mayoría vale es procedimental. Dependiendo de cómo se establezca la mayoría es válida para decidir o no.
Una encuesta es una muestra. En unas elecciones o un referendum la muestra es absoluta.