sábado, marzo 10, 2007

Ley de la Gravitación Universal

La fuerza que ejerce una partícula puntual sobre otra es directamente proporcional al producto de sus masas, e inversamente proporcional al cuadrado de la distancia que las separa

Algunas de las reacciones que ha suscitado mi post sobre la Equidistancia, tanto en Menéame como en el los comentarios de este mismo blog, me confirman algo que llevo pensando bastante tiempo: uno de los mayores problemas con que se enfrentan las relaciones humanas es nuestra extremadamente pobre capacidad de comunicación. Después de cientos de miles de años de cadena evolutiva el ser humano ha desarrollado herramientas complejísimas (el habla, la escritura) que nos diferencian de otros seres vivos, y eso sin mencionar los siglos de literatura y los avances tecnológicos de las últimas décadas. Sin embargo, parece que muchos tienen dificultades con un proceso que parecería simple: leer un texto escrito, comprenderlo, extraer en su caso conclusiones que se deriven de él y eventualmente realizar un comentario.

¿Se imagina alguien la cara que se le habría quedado a Newton si le hubiesen escrito comentarios como estos en su blog?
¿Que coño la masa de las partículas y la distancia que las separa? Una cosa se cae pabajo cuando no hay nada que la sostenga en el aire, no te jode. Vaya un argumento. ¿Y qué pasa, que como peso 95 kilos soy un gordo, no? ¿Y tú Newton qué llevas, una talla 36? Además no es cierto, porque yo estoy aquí ahora mismo escribiendo esto sin hacer ningún tipo de fuerza y no me caigo ni noto nada raro. Lo que pasa es que eres un fanático radical que en vez de pensar por ti mismo sólo sabes seguir las consignas que te dictan Galileo y el resto de pseudo-científicos masones y ateos.

Para el que no lo hubiese pillado: se trataba de una formulación irónica que además no demuestra nada, para empezar porque el propio enunciado establece tales condiciones que el resultado es obvio en sí mismo. Y es igualmente válido si se formula al revés, por cierto (cambiando PP por PSOE y viceversa), conclusión a la que sorprendentemente nadie parece haber llegado. En un sistema bipartidista como el nuestro, alguien que viene votando al partido A en elecciones anteriores, sabe ya que no va a votar al partido B ni harto de vino, y es él mismo el que empieza una conversación sobre política (aunque eso sí, utilizando las palabras mágicas "yo no soy de ningún partido"), ¿qué espera que piense la gente? ¿que va a votar a los verdes? Y efectivamente, ante esas premisas, la probabilidad de que la postura que defienda coincida con la del partido A tiende a uno. Y como apunta Roy en su último comentario, no es un equidistante sino un falso, que es por cierto a lo que se refiere toda la ironía de estos dos posts.

Evidentemente, si uno ha votado a varios partidos con anterioridad y/o no descarta todavía a ninguno para el futuro, no se cumple la Ley y las probabilidades de que su postura coincida con la de un partido u otro son idénticas.

Si era una tontá...

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