Otras versiones de este tópico son: "hablar de política es de mala educación" o "queda mejor decir que eres apolítico que expresar tus ideas con naturalidad".
Si bien en otras sociedades de nuestro entorno también se da un cierto rechazo a expresar ideas políticas abiertamente, en España hay una serie de razones añadidas que recrudecen el problema.
En primer lugar, es importante que entendamos que la propia naturaleza subjetiva de las ideas hace que, en determinadas situaciones, el rechazo a expresarlas sea, sencillamente, una muestra de buena educación. De igual forma que no tiene sentido que entablemos una conversación sobre el aborto o la eutanasia con alguien a quien nos acaban de presentar, tendemos a evitar los temas polémicos o que puedan generar más controversia en nuestras relaciones "formales" (con nuestro jefe, en una cena con parientes políticos, en una conversación fugaz en el metro...). Y, por supuesto, tampoco se trata de que se pase uno todo el día hablando de Zapatero o de Rajoy.
Lo que ya no es tan normal es que recurramos a esa "autocensura" para hablar de política con personas de nuestro entorno con las que sí que hablamos del aborto, la música que nos gusta, el nuevo fichaje de nuestro equipo favorito o multitud de otros temas que, necesariamente, implican expresión de ideas personales. ¿Por qué hacemos esto? ¿Por qué tanta gente tiene reparo a decir, con naturalidad, que en las pasadas elecciones votó a tal o a cual partido? ¿Por qué se hace necesario a menudo cambiar de tema para "evitar hablar de política"? ¿No podemos hablar entre amigos de temas como la inmigración, la vivienda, la guerra de Irak, la ley de educación, la construcción europea o, incluso, el estatuto catalán? ¿Qué tiene de malo?
La respuesta en España tiene, a mi modo de ver, al menos dos caras. Por un lado no podemos olvidar que durante 40 años hablar de política era, directamente, imposible. Toda una generación fue programada para no pensar demasiado, para no hacerse preguntas y, sobre todo, para no expresarlas. Por otro lado, es evidente que "la crispación" tiene mucho que ver todo esto. La trifulca política en este país replica cada vez más los comportamientos viscerales del fútbol. No es casualidad que un taxista el otro día me propusiese, como una solución final al problema de la sequía, que se contruyesen más pantanos (sic) con el sueldo de los 10 futbolístas que más ganan (no miento, y además lo peor es que lo decía en serio).
El Partido Popular se ha convertido en un especialista en generar crispación. En llevar las descalificaciones y las afirmaciones más disparatads al día a día de la vida política española. Con ello busca el doble objetivo de mantener alerta a sus bases y que haya cada día más gente que caiga en el tópico. Quieren que acabemos cediendo por puro aburrimiento. A base de repetir mucho las mentiras (ver tópico III), machacarnos con la prensa más manipuladora (ver tópico II) e intentar que creamos que los otros son igual de malos (ver tópico I).