lunes, junio 20, 2011

O todos moros o todos cristianos

Tras la multitudinaria manifestación de ayer, imagino que no soy el único que opina que llega el momento de plantearse determinadas cuestiones sobre el movimiento de los indignados. Como ya hay un montón de gente dedicando sesudos análisis a elogiar su maravillosamente utópica rebeldía y otro montón a tacharles de perroflautas y antisistema, yo me limitaré a tocar un poco los cojones, como siempre.

Para empezar yo recomendaría un cambio de denominación, porque lo de movimiento suena fatal y lo de indignados es un término que amenaza peligrosamente con desgastarse de tanto usarlo, amén de que suena tan exclusivamente negativo que refuerza la idea de que solo se están denunciando los efectos de la crisis sin aportar soluciones alternativas que tengan una mínima opción de funcionar. Luego está lo del juego de hundir la flota: yo entiendo que en el mundo twitter es normal y hasta necesario cambiar de hashtags a menudo, pero el común de los mortales se va a marear con tanto 15M, 19J, 20J, 23J o yo qué sé cuántos más. 

Pero lo que verdaderamente empieza a ser necesario es que definamos unas ciertas reglas de juego para que quienes todo lo critican dejen de estar por encima del bien y del mal, no vaya ser que acabe pasando como con las religiones, que no se las puede criticar porque no son de este mundo. En un primer momento era perfectamente lógico y comprensible que el movimiento, cuyo meme saltó de internet a los medios tradicionales en pocos días y en plena campaña electoral, disfrutase de la ventaja de poder criticarlo todo y a todos sin sufrir el inconveniente de tener que ofrecer alternativas creíbles, pero en algún momento habrá que plantearse que eso ya no vale. Para que se entienda lo que quiero decir, cuando el PP actúa así le acusamos de oponerse a todo por sistema y decimos que esa no puede ser la actitud de un partido que aspira a gobernar. Ya sé, los indignados no aspiran a gobernar, entre otras cosas porque ni siquiera son un partido político, lo cual es un ingrediente fundamental para el éxito de su meme, pero eso nos sigue dejando con la duda de saber qué es lo que son entonces.

Porque si no fue solo un brote espontáneo de indignación colectiva sino que han venido para quedarse, y si el manifiesto se ha convertido en un programa y han decidido organizarse y convocar manifestaciones y huelgas, entonces, si no es mucho pedir, yo quiero saltar por encima de su superioridad moral y poder hablar de ellos como hablo de los partidos políticos, y que estén sujetos al mismo escrutinio que los partidos políticos. Y quiero poder medir a cuánta gente representan, de la misma forma que se hace con los partidos políticos, y poder así, dependiendo del apoyo que reciban, ignorarles como ignoro a IU o a UPyD, o tomarles muy en serio como tomo muy en serio al PSOE o al PP. Quizás así, cuando más allá de lo de las listas abiertas y la transparencia de los políticos hagan una propuesta para acabar con la crisis, dejaremos de estar cegados por el deslumbrante brillo de su escudo protector de ciudadanos indignados y podremos dedicarnos a debatir si la propuesta es en realidad útil y factible o si es una soberana gilipollez.

domingo, junio 12, 2011

Parecidos razonables





En ambas fotos hay una cruz, un tío vestido de Arlequín y un señor un tanto mayor ya para el rollo ese del amigo invisible con super poderes. Lo que no parece que haya es vergüenza.

jueves, junio 09, 2011

Aquí no emprende ni dios (que debe de ser funcionario)

El post más visitado de este blog, con diferencia, es uno en el que mostré que en España no hay más funcionarios que en otros países europeos, como pensaba mi amigo el liberal-reformista de centro-derecha (y con él un montón de gente).

Imagino que muchos de quienes buscan en Google cuántos funcionarios hay en Alemania, lo hacen porque tienen la idea de que en España hay "muchos funcionarios", porque piensan que todos los funcionarios trabajan de administrativos estampando sellos en formularios que ni ellos saben para qué sirven y/o porque están indignadísimos con que "aquí no emprenda ni dios" (eso es, por cierto, lo que dice el primer resultado de la búsqueda que enlazo).

Como se trata de mitos muy arraigados, creo que viene al caso un interesante artículo de Vicenç Navarro sobre el tema:

Existe una visión bastante generalizada en los foros conservadores y liberales (y también en algunos foros de izquierdas) de que el sector público en España está sobredimensionado [y] que el número de lo que [...] definen como funcionarios es casi idéntico al número de empresarios y autónomos en España.

Tales tesis, y la evidencia que utilizan para apoyarlas, son erróneas. En primer lugar, lo que se define como funcionarios no lo son. Las cifras que [se] citan corresponden al número de personas que trabajan en los servicios públicos (tanto del Gobierno central y autonómico como del municipal), incluyendo los servicios públicos del Estado del bienestar (tales como sanidad, educación, servicios sociales, escuelas de infancia, servicios domiciliarios, vivienda social) y los servicios generales (como correos, transportes públicos y servicios de seguridad, entre otros). Estos empleados tienen varios tipos de contratos, siendo el funcionarial la minoría (un 28%). Es lógico que el número de personas que trabajan en el sector público sea mayor que el número de empresarios y autónomos. Ello ocurre en todos los países de la UE-15 (el grupo de países que tiene semejante nivel de desarrollo al nuestro). En realidad, España es el país europeo donde esta relación empresarios y autónomos versus empleados del sector público favorece más al primer grupo.

Así, mientras que en España (2008) el porcentaje de personas adultas que son empresarios y autónomos es mayor (10,64%) que el promedio de la UE-15 (9,78%), el porcentaje de personas adultas que trabajan para el sector público es sólo el 9%, uno de los más bajos de la UE-15 (cuyo promedio es el 16%). En contra de lo que [se] dice, el problema que tenemos en España es el opuesto al que [se] denuncia: el sector público está subdesarrollado en lugar de sobredimensionado.

lunes, junio 06, 2011

Bipartidismo

A la hora de analizar el comportamiento de los electores en las últimas elecciones municipales hay que recordar el contexto en el que estas se producían, que podría resumirse destacando tres aspectos: que estábamos y estamos ante la mayor crisis económica de los últimos 70 años; que en estas elecciones concurrían al menos dos partidos nuevos con una significativa base de simpatizantes, UPyD y Bildu; y que durante la semana antes de las elecciones se dio una cobertura de valor incalculable, con portadas en todos los periódicos y cabeceras en todos los telediarios, a las reivindicaciones de un grupo de ciudadanos indignados que nos pedían que no votásemos ni al PSOE ni al PP.

Cabría esperar por tanto que los ciudadanos hubiesen mostrado su más rotundo rechazo al sistema bipartidista, dando de lado a los grandes partidos que lo componen y optando de forma significativa por otras fuerzas políticas. Al fin y al cabo, si el bipartidismo fuera tan malo y los partidos minoritarios fueran un soplo de aire tan fresco para una democracia que la mayoría de ciudadanos considerase tan irreal, bastaba con no votar ni al PSOE ni al PP. ¿Cómo es posible entonces que estos dos partidos hayan obtenido un 64% de los votos (frente al 70% de 2007) y que IU y UPyD, que se supone representan la alternativa a ese bipartidismo, solo hayan sumado un 8,4% (frente al 5,5% de IU en 2007)?

Lo que ocurre es algo que ya comenté hace un tiempo al comparar nuestro sistema con el de otros países de nuestro entorno: el bipartidismo no lo hemos inventado nosotros, sino que es sencillamente el escenario en el que acaban convergiendo los sistemas políticos antes o después, en especial los no proporcionales (el nuestro es solo proporcional en teoría). Como digo, es lo mismo que ocurre en Francia, Italia, Alemania, Estados Unidos, etc. La excepción de países como Bélgica y Holanda, que ostentan el primer y segundo puesto respectivamente en el ranking de países donde los partidos más tardan en formar gobierno, no hace sino confirmar en mi opinión que los inconvenientes de los sistemas con muchos partidos pequeños superan con creces a sus posibles ventajas.

El mecanismo es bien sencillo, y se explica muy bien mediante la teoría de juegos (un par de referencias interesantes): una vez que una de las dos corrientes políticas mayoritarias se consolidó en el PSOE, la única solución para la otra corriente fue aglutinar a los partidos que la componían en una Alianza Popular; así mismo, una vez que el Partido Popular alcanzó el poder, se terminó de confirmar la necesidad de una alternativa única de izquierdas para hacerle frente, lo cual hizo que los votantes del PP se fidelizaran aún más... y así sucesivamente. Es inevitable, por muy injusto que le parezca a algunos. Es más, si el PSOE dejase de representar esa alternativa, al igual que ocurrió con UCD hace 30 años, otra fuerza tendría que surgir que llenase ese espacio y plantease un nuevo equilibrio bipartidista frente al PP, partido cuyos votantes no necesitan leer este post porque tienen la lección muy bien aprendida.

Lo demás son formas estupendas de perder el tiempo (y las elecciones).

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