O todos moros o todos cristianos
Tras la multitudinaria manifestación de ayer, imagino que no soy el único que opina que llega el momento de plantearse determinadas cuestiones sobre el movimiento de los indignados. Como ya hay un montón de gente dedicando sesudos análisis a elogiar su maravillosamente utópica rebeldía y otro montón a tacharles de perroflautas y antisistema, yo me limitaré a tocar un poco los cojones, como siempre.
Para empezar yo recomendaría un cambio de denominación, porque lo de movimiento suena fatal y lo de indignados es un término que amenaza peligrosamente con desgastarse de tanto usarlo, amén de que suena tan exclusivamente negativo que refuerza la idea de que solo se están denunciando los efectos de la crisis sin aportar soluciones alternativas que tengan una mínima opción de funcionar. Luego está lo del juego de hundir la flota: yo entiendo que en el mundo twitter es normal y hasta necesario cambiar de hashtags a menudo, pero el común de los mortales se va a marear con tanto 15M, 19J, 20J, 23J o yo qué sé cuántos más.
Pero lo que verdaderamente empieza a ser necesario es que definamos unas ciertas reglas de juego para que quienes todo lo critican dejen de estar por encima del bien y del mal, no vaya ser que acabe pasando como con las religiones, que no se las puede criticar porque no son de este mundo. En un primer momento era perfectamente lógico y comprensible que el movimiento, cuyo meme saltó de internet a los medios tradicionales en pocos días y en plena campaña electoral, disfrutase de la ventaja de poder criticarlo todo y a todos sin sufrir el inconveniente de tener que ofrecer alternativas creíbles, pero en algún momento habrá que plantearse que eso ya no vale. Para que se entienda lo que quiero decir, cuando el PP actúa así le acusamos de oponerse a todo por sistema y decimos que esa no puede ser la actitud de un partido que aspira a gobernar. Ya sé, los indignados no aspiran a gobernar, entre otras cosas porque ni siquiera son un partido político, lo cual es un ingrediente fundamental para el éxito de su meme, pero eso nos sigue dejando con la duda de saber qué es lo que son entonces.
Porque si no fue solo un brote espontáneo de indignación colectiva sino que han venido para quedarse, y si el manifiesto se ha convertido en un programa y han decidido organizarse y convocar manifestaciones y huelgas, entonces, si no es mucho pedir, yo quiero saltar por encima de su superioridad moral y poder hablar de ellos como hablo de los partidos políticos, y que estén sujetos al mismo escrutinio que los partidos políticos. Y quiero poder medir a cuánta gente representan, de la misma forma que se hace con los partidos políticos, y poder así, dependiendo del apoyo que reciban, ignorarles como ignoro a IU o a UPyD, o tomarles muy en serio como tomo muy en serio al PSOE o al PP. Quizás así, cuando más allá de lo de las listas abiertas y la transparencia de los políticos hagan una propuesta para acabar con la crisis, dejaremos de estar cegados por el deslumbrante brillo de su escudo protector de ciudadanos indignados y podremos dedicarnos a debatir si la propuesta es en realidad útil y factible o si es una soberana gilipollez.