lunes, junio 06, 2011

Bipartidismo

A la hora de analizar el comportamiento de los electores en las últimas elecciones municipales hay que recordar el contexto en el que estas se producían, que podría resumirse destacando tres aspectos: que estábamos y estamos ante la mayor crisis económica de los últimos 70 años; que en estas elecciones concurrían al menos dos partidos nuevos con una significativa base de simpatizantes, UPyD y Bildu; y que durante la semana antes de las elecciones se dio una cobertura de valor incalculable, con portadas en todos los periódicos y cabeceras en todos los telediarios, a las reivindicaciones de un grupo de ciudadanos indignados que nos pedían que no votásemos ni al PSOE ni al PP.

Cabría esperar por tanto que los ciudadanos hubiesen mostrado su más rotundo rechazo al sistema bipartidista, dando de lado a los grandes partidos que lo componen y optando de forma significativa por otras fuerzas políticas. Al fin y al cabo, si el bipartidismo fuera tan malo y los partidos minoritarios fueran un soplo de aire tan fresco para una democracia que la mayoría de ciudadanos considerase tan irreal, bastaba con no votar ni al PSOE ni al PP. ¿Cómo es posible entonces que estos dos partidos hayan obtenido un 64% de los votos (frente al 70% de 2007) y que IU y UPyD, que se supone representan la alternativa a ese bipartidismo, solo hayan sumado un 8,4% (frente al 5,5% de IU en 2007)?

Lo que ocurre es algo que ya comenté hace un tiempo al comparar nuestro sistema con el de otros países de nuestro entorno: el bipartidismo no lo hemos inventado nosotros, sino que es sencillamente el escenario en el que acaban convergiendo los sistemas políticos antes o después, en especial los no proporcionales (el nuestro es solo proporcional en teoría). Como digo, es lo mismo que ocurre en Francia, Italia, Alemania, Estados Unidos, etc. La excepción de países como Bélgica y Holanda, que ostentan el primer y segundo puesto respectivamente en el ranking de países donde los partidos más tardan en formar gobierno, no hace sino confirmar en mi opinión que los inconvenientes de los sistemas con muchos partidos pequeños superan con creces a sus posibles ventajas.

El mecanismo es bien sencillo, y se explica muy bien mediante la teoría de juegos (un par de referencias interesantes): una vez que una de las dos corrientes políticas mayoritarias se consolidó en el PSOE, la única solución para la otra corriente fue aglutinar a los partidos que la componían en una Alianza Popular; así mismo, una vez que el Partido Popular alcanzó el poder, se terminó de confirmar la necesidad de una alternativa única de izquierdas para hacerle frente, lo cual hizo que los votantes del PP se fidelizaran aún más... y así sucesivamente. Es inevitable, por muy injusto que le parezca a algunos. Es más, si el PSOE dejase de representar esa alternativa, al igual que ocurrió con UCD hace 30 años, otra fuerza tendría que surgir que llenase ese espacio y plantease un nuevo equilibrio bipartidista frente al PP, partido cuyos votantes no necesitan leer este post porque tienen la lección muy bien aprendida.

Lo demás son formas estupendas de perder el tiempo (y las elecciones).

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