En política hay un factor que a veces parece que pasa al segundo plano y que, en mi opinión, es fundamental. Me refiero a la credibilidad de los políticos, especialmente de los de primera fila: el presidente o los candidatos a la presidencia, los portavoces de los grupos parlamentarios, o los ministros. Está claro que muchos votantes tienen una vinculación más o menos incondicional con un determinado partido. Y también está claro que muchos dirigen su voto hacia el partido que mejor encaja con sus valores y su forma de entender la sociedad, más allá de quién sea el líder de turno. Dicho de otro modo, muchos votantes optarán por un partido u otro independientemente de que el candidato sea más o menos carismático o de que, si se diera el caso, no le comprasen un coche usado ni hartos de vino.
Pero no debemos pasar por alto la importancia de la credibilidad. Felipe la tuvo durante muchos años, hasta que llegaron los escándalos de corrupción, la posición de su partido se hizo más débil y ya no era tan fácil creérselo todo a pies juntillas. Aznar logró formar una imagen muy sólida y hubo años en los que realmente parecía tener la varita mágica de la gestión económica: España iba bien. Luego vinieron las mentiras. Al principio sólo las resaltaban los pancarteros, pero luego le pasó como a Felipe, que ya no era tan fácil creérselo todo a pies juntillas.
La encuesta del CIS de Julio de 2003, en el último año de gobierno de Aznar, indicaba que para un 28,9% la labor del Gobierno del PP era buena o muy buena, frente a un 29,5% al que le parecía mala o muy mala. A un 36,8% al le parecía regular. Por otro lado, para un 19,2% la labor de la oposición del PSOE era buena o muy buena, frente a un 28% al que le parecía que era mala o muy mala. A un 47,4% le parecía regular.
Ahora gobierna Zapatero. Según la última encuesta del CIS disponible (Julio de este año), para un 29,6% la labor del Gobierno del PSOE es buena o muy buena, frente al 23,5% que opina que es mala o muy mala. A un 43,3% le parece regular. Por otro lado, para un 14,7% la labor de la oposición del PP es buena o muy buena, frente a un 49,8% que opina que es mala o muy mala. A un 31,1% le parece regular.
Zapatero le inspira mucha o bastante confianza a un 38,7%, frente al 57,4% a quienes inspira poca o ninguna. Rajoy le inspira mucha o bastante confianza a un 21,5%, frente al 74,6% a quienes inspira poca o ninguna.
Lo que más me llama la atención de estos datos, en los que como se puede comprobar el Gobierno de Zapatero supera al anterior Gobierno, son los malísimos resultados que obtiene la oposición que ejerce el PP y, especialmente, su líder Mariano Rajoy. Es normal que su labor esté peor valorada que la del Gobierno. También ocurría así cuando gobernaba Aznar. Pero no que haya tres veces más gente a la que su labor le parece pésima que gente que esté contenta con ella, al igual que ocurre con la gente a la que no inspira confianza frente a la que sí.
¿Por qué ocurre esto? Las encuestas del CIS no preguntan por las razones que llevan a los encuestados a valorar a los políticos de una forma u otra, así que a ese respecto sólo puedo expresar mi opinión: el actual equipo de dirección del Partido Popular no tiene credibilidad. No goza de la confianza de los ciudadanos, incluídos parte de sus propios votantes. Son estos últimos, por cierto, los que quizás deberían reflexionar por qué les han hecho perder una legislatura con un equipo perdedor.